El pasado sábado Esteve Gaona se convertía en el tercer corredor catalán –y nacional- en finalizar una de las carreras más extremas del mundo, la británica The Spine Race, de 268 millas. Un hito sólo conseguido anteriormente por dos experimentados corredores de ultrafondo, como el pallarés Eugeni Roselló (2013) y el gerundense Joel Jaile (2014). El santfruitosenc llegaba al aeropuerto de Barcelona con una satisfacción evidente y nos atendía, muy amablemente, dónde nos contaba su experiencia en esta brutal prueba:

Esteve, cómo definirías la Spine Race?

Es una prueba diferente, muy dura, no hay nada con lo que se pueda comparar. Tienes que ir muy mentalizado para saber que te encontrarás, para padecer su dura meteorología e ir quemando etapas sin pensar en el final.

A través de las imágenes facilitadas por la organización, pudimos ver unas condiciones meteorológicas muy duras. ¿Suponemos que llevarías una buena equipación?

Pedro Bonías –de mi equipo asistente- me aconsejó. Llevé ropa de 26.000mm de columna de agua en la capa externa y, sobretodo, doblada: dos chaquetas impermeables, dos pantalones de esquí de fondo, dos pares de guantes y diez pares de calcetines de lana merino y primaloft. Sólo utilicé unas zapatillas –unas Salomon de media caña- y debí llevar como mínimo tres pares, ya que acabé con los pies mojados.

¿Nos podrías hacer un resumen de tu experiencia?

En la salida de Edale te acojonas por el escenario. La gente de allí en pantalón corto y tú padeciendo por el húmedo frío que se te cala en los huesos. La lluvia y el viento nos acompañaron ya desde la salida. El segundo día nos hizo viento, lluvia y nieve, y así sucesivamente los días posteriores. La progresión por el terreno era muy lenta por la nieve, dónde en algunos tramos te hundías hasta la rodilla. No está nada marcado y debes orientarte con el GPS y los mapas. Todo y eso, no me despisté mucho, salvo el último día que me fié de dos ingleses que eran militares y nos perdimos.

Después de Byrness, la organización nos desvió a un refugio debido al mal tiempo. Allí estuvimos un buen rato hasta que nos dejaron salir de nuevo. Alcanzamos el refugio Hut y allí, a falta de seis millas para finalizar, no nos querían dejar continuar, dándonos como “finishers” allí mismo. Pero insistí a la organización para acabar el recorrido entero hasta convencerlos. Quién quiso seguir lo pudo hacer, pero acompañado por un miembro de la organización.

Te vimos compartir camino con el vasco Edu Uribe durante muchos quilómetros…

Sí, los ritmos eran bastante similares, pero él quería dormir más horas y yo menos para avanzar más quilómetros e intentar ahorrarme la última noche. Al tercer día nos separamos y luego me enteré que lo hicieron abandonar en Byrness debido al mal tiempo. A partir de aquí fui solo durante muchas horas y psicológicamente fue muy duro.

¿Cómo te has alimentado durante la carrera?

Gracias a mi equipo de asistencia tenía todo aquello que suelo comer en los ultratrails, como pasta, caldo o nutella. Todo y eso, el recorrido pasa por algún pueblo dónde puedes comer. Las bases de vida establecidas estaban bastante bien, dónde podías comer de todo y dormir cómodamente, excepto en Bellingham dónde debías hacerlo en el suelo.

Háblanos de tu equipo de asistencia. ¿Cómo de importante fue para ti?

Esencial. Sin mi equipo, formado por Pedro Bonías y mi hijo Roger, no lo habría conseguido nunca. Nos íbamos viendo relativamente cada poco, dónde disponía de todo aquello que necesitaba. La organización permite equipo de asistencia, pero no puedes estar parado más de una hora. El cuarto día me mojé hasta la cintura de nieve y barro, comenzó a hacer frío y empecé a temblar. Suerte que al cabo de pocas horas pude reencontrarme con ellos y ponerme ropa seca en el coche, ya que en esas condiciones no hubiera podido seguir.

Por último… ¿qué consejos darías a quién quisiera participar en The Spine Race?

Pienso que sin asistencia externa es prácticamente imposible realizar esta proeza. Es indispensable tener unas nociones de orientación básicas y saber utilizar el GPS. Solamente hay ocho horas de luz al día, así que pasas muchas horas de noche y se hace muy duro. Hace falta descansar mucho más que yo, que dormí una hora durante los tres primeros días y dos horas a partir del cuarto. Y, sobretodo, tener doblado la capa externa de ropa impermeable (pantalones, chaqueta, calcetines y guantes) y disponer de unos tres pares de zapatillas.